viernes, 20 de enero de 2012

Edgar Bayley, “una visión solar y luminosa del mundo”

Edgar Bayley debe ser, con perdón de otras tantas voces que obligo a acompañarme, el poeta al que siento más cercano. No digo “el mejor”; simplemente el más a flor de piel. Será por la obsesión con la esperanza, por el fanatismo por Apollinaire -y, con él, el rugido poético de las ciudades nuevas, de los tiempos de guerras y revoluciones-, por ese intento de vibrar a tono del aire pero con sabor marino, por esa nostalgia mezclada con el entusiasmo del mañana, por el intento de perseverar en la hondura sin sacrificar el humor, por el amor a la luz, por la búsqueda de asimilar de forma genuinamente personal el espíritu de las vanguardias, por esa convicción de que "No se gana la poesía desertando de la inteligencia; no se gana la inteligencia desertando del fervor, de la inocencia, de la poesía misma.".
Casi se diría oculto entre otros grandes nombres argentinos -según dicen, en buena medida por propia voluntad-, se trata de un hombre que respiraba poesía, que se atrevía a escribirla maravillosamente bien sin dejar, por eso, de pensarla. Se trata de la “Forzosidad de una voz, de un hombre real en la encrucijada, sin desprecio ni excesiva consideración por los márgenes”.
Una imagen, pintada por Rodolfo Alonso en el texto que le dedica al poeta (poeticas.com.ar) da bella y buena cuenta de este artista: “Que su escritor clave, su referente no sólo intelectual o de arte sino también de vida y de moral haya sido desde siempre Guillaume Apollinaire, con el cual yo intuyo se sentía incluso hasta identificado, nos habla de su sensualidad mediterránea, de su gozoso paladeo del lenguaje y de la belleza, inmersos en una visión solar y luminosa del mundo y de la vida”.
Y otras cinco palabras, forjadas por el propio Bayley, son la conciencia plena de un osado horizonte poético. Por eso es que con Todo el viento del mundo decidí nombrar mi propia odisea.


Me doy cuenta

ahora que viví entre dos labios
ahora me doy cuenta que no es nada
que no es nada cantar cuando se han ido
que no es nada tanto ambiguo color tanta pereza
pisar mi ambigüedad mi gallo insomne
equivocar mi bandera y mi osamenta
ahora que viví oculto abajo
ahora me doy cuenta que no es nada
mirar hacia el fondo si ha quedado
la muerte al fin trajeada de ambrosía
ahora que viajé de noche solo
y subí de un salto a la colina
ahora me doy cuenta que no es nada
pensar que mañana o que pasado
me doy cuenta claramente que no es nada
que no es nada el desamparo y la volanta
que no es nada no haber visto
haber quedado en tanto imaginar y no haber sido
ahora me doy cuenta que no es nada
ahora que miré a mi hermano cara a cara
y le vi el perdón y la pobreza
me doy cuenta claramente que su avío
que su modal su lucha se despegue
anuncian por estanques y por cuartos y burbujas
la prenda venidera el duro filamento de ser hombre


Es infinita esta riqueza abandonada

Esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío

no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada


Poeta en la ciudad

en difícil amor y opuesta preferencia
en gesto y voz y calle sin cordura
y un adiós solamente
y un tango sin camino
hay un día que es tuyo al principio del mundo

yo nombro contigo la vigilia y el viaje
y el muelle reinventado y el cielo sin las horas
y el largo error y la hierba del río

contigo nombro el día y la cuerda del aire
y un reflejo cualquiera y el favor de la sal

poeta en la presencia y el árbol sumergido
sueño secreto
alas de locura
ojos olvidados
mar sin culpa abierto
al celo del estío

veo tu mar y tus palabras
que giran en el frío o la lluvia del muro
tu tiempo de canales y deslices
cristal de noches entornadas
ternura y furia de tus años en pie


Otros verán el mar

otros verán el mar
la soledad del sueño
encenderán nuevos nombres
viajes felices al extremo de la mañana
otros tendrán secretos
olvido tolerancia
otra voz otras luces un juego diferente
¿qué vida retendrás mientras tanto
qué esperanza dirás todavía
en la calle o el bosque renacido
en qué rostro o amor revivirás tu viaje?
otros tendrán la isla
conquistarán la inocencia
refundirán la noche la vigilia
el amo y el esclavo
entonces no habrá sido en vano
tanto descenso y tempestad y absurdo
tanto desprecio y lagos de sombra y brujas
tanto perdón y puerta sin llamado
un hombre una mujer
al principio y al fin del mundo
otros verán sin pausas
sin fronteras
inventarán el fuego y la confianza
¿qué día albergará tu nombre
en qué vena o qué metal
tendrá destino tu silencio?


Fidelidad en la encrucijada

En el sol alto, sin ostentación ni impaciencia, se prolonga tu camino. Serenidad del ignorado: Una emersión impura te salvará en cualquier hombre.
Ese relámpago que hace posible la fraternidad, tanto en la dimisión como en la inocencia y la esperanza, es una de las propiedades de la poesía. Pero nada autoriza al poeta a darle nombre definitivo y menos aun a convertirse en el profesional de su dicción o su descubrimiento.
Usura del alucinado. Este mundo es tuyo indudablemente. Pero sólo existe en tu desprendimiento. El poeta, testigo de su propia existencia, coexiste con el mundo.
Todo poeta sabe que la palabra no es instrumento. Es vida con los demás. Y en común. Soledad común. La declamación y la ortopedia de espíritu quedan a sus márgenes. Imposibilidad, por lo tanto, el poema fabricado de acceder a la tierra de los hombres, de alimentar su viaje.
Quehaceres de la poesía: hacer innecesaria toda justificación.
Toda ayuda menos la retórica de la pureza y la organización de los elegidos. Es preciso intercambiar a la intemperie nuestras señales de reconocimiento con las cosas y con nuestros hermanos.
Arriesgar la incongruencia para conocer tu realidad, la realidad de los otros. Lo más opuesto a tu fluir propio es la adopción de certidumbres de superficie.
Finalidad de las apariencias. A mitad de camino entre la concesión y la protesta, expuesto a todos los excesos de la ingenuidad y el cálculo, este amigo verdadero, este amante fiel, este lúcido conocedor, es confundido a menudo con sus enemigos: el Narciso, el borracho y el inconsecuente.
Forzosidad de una voz, de un hombre real en la encrucijada, sin desprecio ni excesiva consideración por los márgenes. La incandescencia de la palabra -su logro mayor- es función de los ademanes silenciosos, a menudo ignorados, del nadador sobreviviente y fraternal. Poesía -modo de nadar, de estar presente, ajena a las retribuciones del espectáculo. Poesía hermana en la soledad y el olvido. Poesía- esperanza viril entre los hombres.


Todo el viento del mundo

No he de volver al aire. Caminos. Caminos del libre odio, sombras, torpezas que rescatas en la espiral. Serpiente del lanzamiento. Odio, razón de vida, vino del sueño del sueño vidente, cosecha entre las rocas. No he de volver al aire. Condena, sospechas, abolición del hermano, cuerpo renegado de un pan sin justicia, cielo negro, tronco hostil, heridas del alba, floración lenta del rechazo.
No he de volver a la playa secreta ni cosecharé en la noche los frutos ocultos. Caminos del delirio mudo. Separación. Golpes en la muralla. Ilusión taciturna de la palabra-calle de la furia. Allí mismo, flor de la guerra, destrucción del valle, lógica del poder. Tierra de nadie, aridez del rechazo propio. Rechazo de los otros, sangre del desamor. Dominio del cuidado. Estrategia del desprecio. Libre serpiente, sembradora de la renuncia y la negación.
Nadie se consuela, nadie se compadece en las arenas del desprecio. Los días no colman ninguna ternura. Con los ojos abiertos, con la memoria vacía, asistimos a la fiesta de la destrucción. Ni ellos ni yo. No será parea nadie la patria verdadera. No serán para nadie las linternas y la confianza. Reino de la traición, sin dudas ni dioses. Juegos del odio, milagro de la crueldad.
Pero el viento prosigue, más allá de la humillación y la alegría, cantando la transformación de los colores, igualando el desprecio con la esperanza, el cuidado con la inocencia. El rechazo, al quedar solo, se hace habitable. Se establece, habla sin declamación ni cálculo.
Es mi propiedad en la arena. Es una voz al borde de la destrucción. La negación que hace un hombre, todos, más allá del cuidado. Va a nacer del asco un rostro.
Los ojos abiertos mirarán por fin.
Alguien es finalmente para sí mismo, para los otros. La catedral del desprecio abre sus ventanas. La libre serpiente llama, descubre. No hay caídas ni impaciencias en esta luna fría. No hay temor en las fronteras del bosque. El reflejo cede ante el agua de la fuente.
Un nombre. Una lucidez fraternal. Un nacimiento. El mundo llega a ser un tú. Canto. Luz en la piedra fecundada. Nos reconocemos. Luminoso cielo oscuro. Sangre del desamor enamorada. Rostro del hermano. Admisión del sí mismo en el rechazo. Lentamente surge la compañía de los otros. Un camino. Nos volvemos viento. Todo el viento del mundo.


A ser otro

he venido a ser otro
a ser el mismo
a entrar salir estar despierto
no quiero eternizarme en una cara
en un traspié canal en un cuidado

he venido a ser otro
a convertirme
en cal en hoy en calle
en mi enemigo
he venido a mezclarme
a estar parado
a darme a ser a no mirarme
a no decir ya está he terminado

he venido a estar a empobrecerme
a seguir con mi apuesta
entre los hombres

he venido a morir o no morir
enamorado

a partirme en cielotierra
entre dos pasos
habitando el desamor
y la alabanza


Ando sobre la tierra

tu riqueza está aquí
no fuera de esta calle
el domingo abre un camino
hasta el hueso y la estrella
descubrir agitar cada día
la guitarra y los cristales
tus poderes no nacen
en el filo de otro mundo
como un cristal se extiende tu trabajo
como el viento en la mañana
partirás volverás
tendrás puerto y camino
en gracia abierta
porosa
sin reclamar
pero no será distinto
la misma luna
los olivos
el mismo niño
el saludo
tu riqueza está aquí
volverás a la tierra
a tu viaje de siempre


Amiga

no hablo de esta luna hierba río aurora cabellos tajamar
no digo aquí está el mundo
el silencio que revive la palabra exacta
la senda buscada
la voz el rostro
no digo es la polvorienta
lejana libertad de una madrugada entreabierta
no digo ni recuerdo
por qué calles anduve
qué lámparas atravesé
qué amistades desencuentros transité entre sueños
qué sentido busqué entra los arboles deshojados
digo claramente un momento una presencia
un golpe de azadón en el huerto vacío
un temblor unas manos una tiza un hombre
que va llamando en mí todos los nombres
para decir este amor
incesante
abierto
amanecido


Cuando ella

Cuando ella abre los ojos las horas despiertan
respiran como matas de hierba al amanecer
como pájaros en la mañana del día siguiente
cuando ella extiende sus brazos la máscara cesa
el olvido cesa las orugas reinician su marcha
cuando ella vuelve a nadar en el agua dormida
la tierra entrega sus llaves sus momentos propicios
su amapola su maíz
una lluvia de azufre una bandera en llamas
cuando ella mira a lo lejos
se disuelven las sombras y el nacimiento llega


Aldo Pellegrini
Pienso en Aldo Pellegrini, el amigo, el militante de la poesía, el rebelde lúcido, el de oculta y poderosa ternura, el negador consecuente de la lógica del poder y la censura. Pienso en los momentos de riqueza vividos a su lado, en su generosidad, en su temple, en su confianza, en su capacidad para dar confianza tanto en el sueño como en la vida inmediata. Pienso, sí, en su excepcional capacidad para mostrar –y demostrar– que la poesía y el amor están ahí, que nos acompañan y se entretejen en nuestros días, en los días de todos. Él creía y hacía creer. Creía, sabía creer, y también sabía pensar en lo que creía.
Pienso en este hombre sin par, tan nuestro, tan de nuestra América Latina, y no por eso menos curioso de la vida de otras partes del mundo, y no por eso –al contrario, por eso mismo– no menos participante y devoto de la instancia del sueño que hará posible, cada vez en mayor grado, la vida de los hombres sobre la tierra en condiciones de plenitud y libertad. Pienso en la honda, raigal convicción de este hombre en el sentido de que la poesía es una forma de experiencia humana no circunscripta a una clase especial de individuos o a una determinada técnica expresiva, sino una posibilidad abierta a todos; más aún: una necesidad, un requisito insoslayable en cualquier proceso de liberación. Y cuando tantos en tantas partes creían y siguen creyendo –o simulan creer–, en función de una supuesta eficacia agitativa, que la poesía debe ser hecha o fabricada especialmente para el pueblo, él afirmó siempre en todos los tonos y de todas las maneras posibles la presencia potencial de la poesía como instrumento de liberación en cualquier hombre o cualquier mujer del pueblo. Una presencia que cobrará plena existencia, que habrá de proyectarse cada vez con mayor fuerza a medida que sean removidos los factores de opresión social, económica y política. Porque, como dijo Pellegrini, “la puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tienen el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetrar en la realidad. La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles”.

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