lunes, 14 de mayo de 2012

Extracto de "Carta de Catulo a Clodia", en Los Idus de Marzo, de Thornton Wilder


"...He sabido siempre que te estabas ahogando. Así me lo dijiste. Tus brazos y tu rostro se debaten aún sobre la superficie del agua. Pero yo no puedo hundirme contigo. La misma puerta que cerraste fue un llamado supremo: porque el de la crueldad es el único grito que te ha sido dado articular. 
No puedo hundirme contigo, porque me queda una misión por cumplir. Todavía he de ultrajar a este mundo que nos ultraja creando una obra de belleza. Lo haré, pues, y cuando lo haya hecho pondré fin a esta prolongada crucifixión del espíritu."

domingo, 13 de mayo de 2012

Balada del boludo, de Isidoro Blaistein

Por mirar el otoño
perdía el tren del verano.
Usaba el corazón en la corbata.
Se subía a una nube,
cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
No mires las estrellas para abajo,
no mires la lluvia desde arriba.
No camines las calles con la cara,
no ensucies la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia, que se moja.
No des la espalda al llanto,
no vayas vestido de ventana,
no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo el recto
que duerme por las noches.
Mirá tu primo el justo
que almuerza y se sonríe.
Mirá tu primo el probo
puso un banco en el cielo.
Tu cuñado el astuto
que ahora alquila la lluvia.
Tu otro primo el sagaz
que es gerente en la luna.
—Tienes razón, mamá —dijo el boludo
y se bebió una rosa.
—No seré más boludo—
y se bajó del viento.
—Seré astuto y zahorí—
y dio vuelta una estrella para abajo
y se metió en el subte
y quedaron las gaviotas.
Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
—Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo
y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño.
Y llegó fin de mes.
Cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo.
Entonces vinieron las fuerzas vivas
y le dijeron:
—Has vuelto a ser boludo, boludo.
—Seguirás siendo el mismo boludo de siempre.
—Debes dejar de ser boludo, boludo.
Y medio boludo,
con esos cinco minutos de boludo,
dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Y subió las escaleras para abajo,
hizo un hoyo en la tierra
miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza,
le gritaba boludo.
Y él seguía mirando
a través de los zapatos
como un boludo.
Entonces vino un alegre y le dijo:
—Boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo:
—Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo:
—Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo:
—Reverendo boludo.
Vino un cura católico y le dijo:
—Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo:
—Judío boludo.
Vino su madre y le dijo:
—Hijo, no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
—Te quiero.

viernes, 20 de enero de 2012

Edgar Bayley, “una visión solar y luminosa del mundo”

Edgar Bayley debe ser, con perdón de otras tantas voces que obligo a acompañarme, el poeta al que siento más cercano. No digo “el mejor”; simplemente el más a flor de piel. Será por la obsesión con la esperanza, por el fanatismo por Apollinaire -y, con él, el rugido poético de las ciudades nuevas, de los tiempos de guerras y revoluciones-, por ese intento de vibrar a tono del aire pero con sabor marino, por esa nostalgia mezclada con el entusiasmo del mañana, por el intento de perseverar en la hondura sin sacrificar el humor, por el amor a la luz, por la búsqueda de asimilar de forma genuinamente personal el espíritu de las vanguardias, por esa convicción de que "No se gana la poesía desertando de la inteligencia; no se gana la inteligencia desertando del fervor, de la inocencia, de la poesía misma.".
Casi se diría oculto entre otros grandes nombres argentinos -según dicen, en buena medida por propia voluntad-, se trata de un hombre que respiraba poesía, que se atrevía a escribirla maravillosamente bien sin dejar, por eso, de pensarla. Se trata de la “Forzosidad de una voz, de un hombre real en la encrucijada, sin desprecio ni excesiva consideración por los márgenes”.
Una imagen, pintada por Rodolfo Alonso en el texto que le dedica al poeta (poeticas.com.ar) da bella y buena cuenta de este artista: “Que su escritor clave, su referente no sólo intelectual o de arte sino también de vida y de moral haya sido desde siempre Guillaume Apollinaire, con el cual yo intuyo se sentía incluso hasta identificado, nos habla de su sensualidad mediterránea, de su gozoso paladeo del lenguaje y de la belleza, inmersos en una visión solar y luminosa del mundo y de la vida”.
Y otras cinco palabras, forjadas por el propio Bayley, son la conciencia plena de un osado horizonte poético. Por eso es que con Todo el viento del mundo decidí nombrar mi propia odisea.


Me doy cuenta

ahora que viví entre dos labios
ahora me doy cuenta que no es nada
que no es nada cantar cuando se han ido
que no es nada tanto ambiguo color tanta pereza
pisar mi ambigüedad mi gallo insomne
equivocar mi bandera y mi osamenta
ahora que viví oculto abajo
ahora me doy cuenta que no es nada
mirar hacia el fondo si ha quedado
la muerte al fin trajeada de ambrosía
ahora que viajé de noche solo
y subí de un salto a la colina
ahora me doy cuenta que no es nada
pensar que mañana o que pasado
me doy cuenta claramente que no es nada
que no es nada el desamparo y la volanta
que no es nada no haber visto
haber quedado en tanto imaginar y no haber sido
ahora me doy cuenta que no es nada
ahora que miré a mi hermano cara a cara
y le vi el perdón y la pobreza
me doy cuenta claramente que su avío
que su modal su lucha se despegue
anuncian por estanques y por cuartos y burbujas
la prenda venidera el duro filamento de ser hombre


Es infinita esta riqueza abandonada

Esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío

no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada


Poeta en la ciudad

en difícil amor y opuesta preferencia
en gesto y voz y calle sin cordura
y un adiós solamente
y un tango sin camino
hay un día que es tuyo al principio del mundo

yo nombro contigo la vigilia y el viaje
y el muelle reinventado y el cielo sin las horas
y el largo error y la hierba del río

contigo nombro el día y la cuerda del aire
y un reflejo cualquiera y el favor de la sal

poeta en la presencia y el árbol sumergido
sueño secreto
alas de locura
ojos olvidados
mar sin culpa abierto
al celo del estío

veo tu mar y tus palabras
que giran en el frío o la lluvia del muro
tu tiempo de canales y deslices
cristal de noches entornadas
ternura y furia de tus años en pie


Otros verán el mar

otros verán el mar
la soledad del sueño
encenderán nuevos nombres
viajes felices al extremo de la mañana
otros tendrán secretos
olvido tolerancia
otra voz otras luces un juego diferente
¿qué vida retendrás mientras tanto
qué esperanza dirás todavía
en la calle o el bosque renacido
en qué rostro o amor revivirás tu viaje?
otros tendrán la isla
conquistarán la inocencia
refundirán la noche la vigilia
el amo y el esclavo
entonces no habrá sido en vano
tanto descenso y tempestad y absurdo
tanto desprecio y lagos de sombra y brujas
tanto perdón y puerta sin llamado
un hombre una mujer
al principio y al fin del mundo
otros verán sin pausas
sin fronteras
inventarán el fuego y la confianza
¿qué día albergará tu nombre
en qué vena o qué metal
tendrá destino tu silencio?


Fidelidad en la encrucijada

En el sol alto, sin ostentación ni impaciencia, se prolonga tu camino. Serenidad del ignorado: Una emersión impura te salvará en cualquier hombre.
Ese relámpago que hace posible la fraternidad, tanto en la dimisión como en la inocencia y la esperanza, es una de las propiedades de la poesía. Pero nada autoriza al poeta a darle nombre definitivo y menos aun a convertirse en el profesional de su dicción o su descubrimiento.
Usura del alucinado. Este mundo es tuyo indudablemente. Pero sólo existe en tu desprendimiento. El poeta, testigo de su propia existencia, coexiste con el mundo.
Todo poeta sabe que la palabra no es instrumento. Es vida con los demás. Y en común. Soledad común. La declamación y la ortopedia de espíritu quedan a sus márgenes. Imposibilidad, por lo tanto, el poema fabricado de acceder a la tierra de los hombres, de alimentar su viaje.
Quehaceres de la poesía: hacer innecesaria toda justificación.
Toda ayuda menos la retórica de la pureza y la organización de los elegidos. Es preciso intercambiar a la intemperie nuestras señales de reconocimiento con las cosas y con nuestros hermanos.
Arriesgar la incongruencia para conocer tu realidad, la realidad de los otros. Lo más opuesto a tu fluir propio es la adopción de certidumbres de superficie.
Finalidad de las apariencias. A mitad de camino entre la concesión y la protesta, expuesto a todos los excesos de la ingenuidad y el cálculo, este amigo verdadero, este amante fiel, este lúcido conocedor, es confundido a menudo con sus enemigos: el Narciso, el borracho y el inconsecuente.
Forzosidad de una voz, de un hombre real en la encrucijada, sin desprecio ni excesiva consideración por los márgenes. La incandescencia de la palabra -su logro mayor- es función de los ademanes silenciosos, a menudo ignorados, del nadador sobreviviente y fraternal. Poesía -modo de nadar, de estar presente, ajena a las retribuciones del espectáculo. Poesía hermana en la soledad y el olvido. Poesía- esperanza viril entre los hombres.


Todo el viento del mundo

No he de volver al aire. Caminos. Caminos del libre odio, sombras, torpezas que rescatas en la espiral. Serpiente del lanzamiento. Odio, razón de vida, vino del sueño del sueño vidente, cosecha entre las rocas. No he de volver al aire. Condena, sospechas, abolición del hermano, cuerpo renegado de un pan sin justicia, cielo negro, tronco hostil, heridas del alba, floración lenta del rechazo.
No he de volver a la playa secreta ni cosecharé en la noche los frutos ocultos. Caminos del delirio mudo. Separación. Golpes en la muralla. Ilusión taciturna de la palabra-calle de la furia. Allí mismo, flor de la guerra, destrucción del valle, lógica del poder. Tierra de nadie, aridez del rechazo propio. Rechazo de los otros, sangre del desamor. Dominio del cuidado. Estrategia del desprecio. Libre serpiente, sembradora de la renuncia y la negación.
Nadie se consuela, nadie se compadece en las arenas del desprecio. Los días no colman ninguna ternura. Con los ojos abiertos, con la memoria vacía, asistimos a la fiesta de la destrucción. Ni ellos ni yo. No será parea nadie la patria verdadera. No serán para nadie las linternas y la confianza. Reino de la traición, sin dudas ni dioses. Juegos del odio, milagro de la crueldad.
Pero el viento prosigue, más allá de la humillación y la alegría, cantando la transformación de los colores, igualando el desprecio con la esperanza, el cuidado con la inocencia. El rechazo, al quedar solo, se hace habitable. Se establece, habla sin declamación ni cálculo.
Es mi propiedad en la arena. Es una voz al borde de la destrucción. La negación que hace un hombre, todos, más allá del cuidado. Va a nacer del asco un rostro.
Los ojos abiertos mirarán por fin.
Alguien es finalmente para sí mismo, para los otros. La catedral del desprecio abre sus ventanas. La libre serpiente llama, descubre. No hay caídas ni impaciencias en esta luna fría. No hay temor en las fronteras del bosque. El reflejo cede ante el agua de la fuente.
Un nombre. Una lucidez fraternal. Un nacimiento. El mundo llega a ser un tú. Canto. Luz en la piedra fecundada. Nos reconocemos. Luminoso cielo oscuro. Sangre del desamor enamorada. Rostro del hermano. Admisión del sí mismo en el rechazo. Lentamente surge la compañía de los otros. Un camino. Nos volvemos viento. Todo el viento del mundo.


A ser otro

he venido a ser otro
a ser el mismo
a entrar salir estar despierto
no quiero eternizarme en una cara
en un traspié canal en un cuidado

he venido a ser otro
a convertirme
en cal en hoy en calle
en mi enemigo
he venido a mezclarme
a estar parado
a darme a ser a no mirarme
a no decir ya está he terminado

he venido a estar a empobrecerme
a seguir con mi apuesta
entre los hombres

he venido a morir o no morir
enamorado

a partirme en cielotierra
entre dos pasos
habitando el desamor
y la alabanza


Ando sobre la tierra

tu riqueza está aquí
no fuera de esta calle
el domingo abre un camino
hasta el hueso y la estrella
descubrir agitar cada día
la guitarra y los cristales
tus poderes no nacen
en el filo de otro mundo
como un cristal se extiende tu trabajo
como el viento en la mañana
partirás volverás
tendrás puerto y camino
en gracia abierta
porosa
sin reclamar
pero no será distinto
la misma luna
los olivos
el mismo niño
el saludo
tu riqueza está aquí
volverás a la tierra
a tu viaje de siempre


Amiga

no hablo de esta luna hierba río aurora cabellos tajamar
no digo aquí está el mundo
el silencio que revive la palabra exacta
la senda buscada
la voz el rostro
no digo es la polvorienta
lejana libertad de una madrugada entreabierta
no digo ni recuerdo
por qué calles anduve
qué lámparas atravesé
qué amistades desencuentros transité entre sueños
qué sentido busqué entra los arboles deshojados
digo claramente un momento una presencia
un golpe de azadón en el huerto vacío
un temblor unas manos una tiza un hombre
que va llamando en mí todos los nombres
para decir este amor
incesante
abierto
amanecido


Cuando ella

Cuando ella abre los ojos las horas despiertan
respiran como matas de hierba al amanecer
como pájaros en la mañana del día siguiente
cuando ella extiende sus brazos la máscara cesa
el olvido cesa las orugas reinician su marcha
cuando ella vuelve a nadar en el agua dormida
la tierra entrega sus llaves sus momentos propicios
su amapola su maíz
una lluvia de azufre una bandera en llamas
cuando ella mira a lo lejos
se disuelven las sombras y el nacimiento llega


Aldo Pellegrini
Pienso en Aldo Pellegrini, el amigo, el militante de la poesía, el rebelde lúcido, el de oculta y poderosa ternura, el negador consecuente de la lógica del poder y la censura. Pienso en los momentos de riqueza vividos a su lado, en su generosidad, en su temple, en su confianza, en su capacidad para dar confianza tanto en el sueño como en la vida inmediata. Pienso, sí, en su excepcional capacidad para mostrar –y demostrar– que la poesía y el amor están ahí, que nos acompañan y se entretejen en nuestros días, en los días de todos. Él creía y hacía creer. Creía, sabía creer, y también sabía pensar en lo que creía.
Pienso en este hombre sin par, tan nuestro, tan de nuestra América Latina, y no por eso menos curioso de la vida de otras partes del mundo, y no por eso –al contrario, por eso mismo– no menos participante y devoto de la instancia del sueño que hará posible, cada vez en mayor grado, la vida de los hombres sobre la tierra en condiciones de plenitud y libertad. Pienso en la honda, raigal convicción de este hombre en el sentido de que la poesía es una forma de experiencia humana no circunscripta a una clase especial de individuos o a una determinada técnica expresiva, sino una posibilidad abierta a todos; más aún: una necesidad, un requisito insoslayable en cualquier proceso de liberación. Y cuando tantos en tantas partes creían y siguen creyendo –o simulan creer–, en función de una supuesta eficacia agitativa, que la poesía debe ser hecha o fabricada especialmente para el pueblo, él afirmó siempre en todos los tonos y de todas las maneras posibles la presencia potencial de la poesía como instrumento de liberación en cualquier hombre o cualquier mujer del pueblo. Una presencia que cobrará plena existencia, que habrá de proyectarse cada vez con mayor fuerza a medida que sean removidos los factores de opresión social, económica y política. Porque, como dijo Pellegrini, “la puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tienen el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetrar en la realidad. La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles”.

Diógenes eterno

ese perro ese perro de la casa de mi tía abuela ese perro que me ladró y me dio pánico yo era apenas un nene ese perro inmortal ese perro gigante ese perro que volvió más de una vez en sueños y que muchos años después escuché que había decidido morirse
era en una ciudad costera allá vivía mi tía abuela no tenía teléfono porque no quería escuchar malas noticias y esos eran los tiempos de la infancia visitar la costa en familia y jugar menudos juegos de mesa sobre la arena
el mar era gigante
el mar era eterno
las olas lúdicas recuerdo el mar eran las olas eran las horas de estar jugando entre ellas era la infancia más pura el mar una sola vez intentó tragarme y yo que nadaba hacia la escollera lo cual era de lo más peligroso igual el mar me llevaba y la gente sobre la escollera miraba preocupada una lancha de bañeros se me acercó en la desesperación más turbia en la muerte que llegaba entre la sal y el agua y todo eso ahora es un reflejo la inmensidad estrecha de un instante una secuencia de imágenes entre los almanaques de la mente
el mar era gigante
el mar era eterno
y eso es un antes un irse constante una única semblanza mientras hoy uno que está creciendo a golpes como los nenes de Truffaut y uno corría rápido sobre la arena caliente los días eran hermosos y el calor era tan distinto de Buenos Aires que hoy está tan cansado de tantos vilipendios poéticos a la humedad y al despertarse en vela por la noche entre arrugas de sudor y sábanas
ser nene en otro puerto en otro mar en una visita a la casa de la tía abuela su marido campeón de natación mundial y ese perro que se llamaba Diógenes que ladró tan fuerte tanto pánico para ese nene que lo siguió soñando y según parece era el perro más bueno del mundo
Diógenes ladra en un fondo negro
Diógenes ladra en la soledad hermosa de un infante que era como una aventura como salir a conocer lo desconocido en esa época en donde todo parecía ser desconocido y casi no se podía confiar en que el mundo fuese redondo y no infinito y de repente un ladrido y uno querría haber achicado el mundo tanto tanto para recibir un abrazo mientras Diógenes furioso era peor que la hidra y el minotauro y la escena hubiese merecido un registro un video en blanco y negro como esas escenas de jovencitas de principios de siglo en la playa en las fotos antiguas
el mar era eterno
el mar era gigante
el mar tenía una raya arriba una línea arriba y bastó con preguntar para escuchar a papá decir
es el horizonte
el horizonte
y ese era el horizonte de la infancia

martes, 8 de noviembre de 2011

César Vallejo, gigante

Carmen San Diego, no busque más: todo el aire del Perú se lo llevó César Vallejo.
Este poeta inmenso habla de la esperanza, de la muerte, con una impronta latinoamericana que, ni por un segundo, se hace vulgar provincianismo. Dice el desgarramiento -hondo, profundo-; y en ese pozo donde todo muere también todo se mantiene vivo. El título de su publicación póstuma, Poemas humanos, lo describe de cuerpo entero. Debió dar a París, cuando se plantó allá, una sensación extraña, un poco alegre y un tanto perturbante, como si viniera a decir algo del dolor de su pueblo y de la humanidad toda, y a plantear los desafíos del futuro.
Me lo imagino a Vallejo serio, con el ceño fruncido, cagándose de risa de la muerte.






En suma, no poseo para expresar mi vida, sino mi muerte...




En suma, no poseo para expresar mi vida, sino mi muerte.


Y, después de todo, al cabo de la escalonada naturaleza y del gorrión en bloque, me duermo, mano a mano con mi sombra.


Y, al descender del acto venerable y del otro gemido, me reposo pensando en la marcha impertérrita del tiempo.


¿Por qué la cuerda, entonces, si el aire es tan sencillo? ¿Para qué la cadena, si existe el hierro por sí solo?


César Vallejo, el acento con que amas, el verbo con que escribes, el vientecillo con que oyes, sólo saben de ti por tu garganta.


César Vallejo, póstrate, por eso, con indistinto orgullo, con tálamo de ornamentales áspides y exagonales ecos.


Restitúyete al corpóreo panal, a la beldad; aroma los florecidos corchos, cierra ambas grutas al sañudo antropoide; repara, en fin, tu antipático venado; tente pena.


¡Que no hay cosa más densa que el odio en voz pasiva, ni más mísera ubre que el amor!


¡Que ya no puedo andar, sino en dos harpas!


¡Que ya no me conoces, sino porque te sigo instrumental, prolijamente!


¡Que ya no doy gusanos, sino breves!


¡Que ya te implico tánto, que medio que te afilas!


¡Que ya llevo unas tímidas legumbres y otras bravas!


Pues el afecto que quiébrase de noche en mis bronquios, lo trajeron de día ocultos deanes y, si amanezco pálido, es por mi obra: y, si anochezco rojo, por mi obrero. Ello explica, igualmente, estos cansancios míos y estos despojos, mis famosos tíos. Ello explica, en fin, esta lágrima que brindo por la dicha de los hombres.


¡César Vallejo, parece
mentira que así tarden tus parientes,
sabiendo que ando cautivo,
sabiendo que yaces libre!
¡Vistosa y perra suerte!
¡César Vallejo, te odio con ternura!




Idilio muerto


Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.


Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.


Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de mayo del lugar.


Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»
y llorará en las tejas un pájaro salvaje.







Voy a hablar de la esperanza


No hay más que decir.


Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora mismo como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.


Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué a nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.


Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!


Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en la estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.




Algo te identifica...




Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.


Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos.


Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.


Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste.


¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado?


¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras.






Los pasos lejanos


Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...;
si hay algo en él de amargo, seré yo.


Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.


Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.


Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.






A mi hermano Miguel
In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero, hijos..."
Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

sábado, 5 de noviembre de 2011

...mujer me he ido hasta mí para alcanzarte

“…hambriento he comenzado a buscarte, que no me aleje de ti ayuno; famélico he llegado a ti, que no me vuelva sin haber comido…”
Proslogion, Anselmo de Aosta

mujer me he ido hasta mí para alcanzarte he besado mis pies en señal de comienzo de tribulación ante mi enfermo y duro cuerpo
he entendido la rabia de ser primero uno de hacerse entre marañas entre vueltas de carnero adorando a la felicidad posible entre tormentos descubriendo la sal amarga de la propia piel las elucidaciones que se apagan y se encienden en el instante mismo del presente de encarnarse como una uña que no teme el dolor del dedo como un jesús dispuesto a la tierra y no a la cháchara del cielo a los insectos que se mascan en el hambre a los dolores del entierro y la resurrección
mujer digo mujer así como siempre
como si hubiera un solo cuerpo del que hablar una sola y misma casa para mi amor eréctil un solo y simple atajo entre los muertos
mujer digo mujer como si contuvieses a todas las que llegarán a poner sus manos en mis manos sus labios en mis labios que predican futuro recitan lo pasado con aires de sentencia de colisión de mundo dirigido al fin de la barbarie
un solo pecho basta para todos los pechos de la tierra
en el pulmón tras de tus tetas sopla el pulmón del mundo
y hay una avispa que zumba entre los ruidos de estas calles grises si están las nubes en el invierno como en el verano dispuestas a amenazas de lluvia de encierro de encontrar esa frase que toca lo sensible con aires magnánimos de simpleza que llama al cuerpo desde otro cuerpo entre cenizas silbando por lo bajo y dice algo tangente a esto que pasa siempre tangente siempre esquivo siempre dejando claro que todo es nuevo bajo el sol como ese pecho único entre todos los pechos de la tierra
falta la risa de reproche entre tus risas la que ríe de mí de mis palabras de mi cuerpo los ama entre carcajadas entre los evidentes guiños las claves la explosión de tu propio ser insomne las sonrisas del antes y el durante mi explosión mi aguardiente mi terreno tu lucidez en llamas el sudor
de veras voy poniendo los ladrillos del muro que será camino la senda de tus pasos el eco de cuanto dolor hay en la tierra de cuanto amor hay en las grietas las ventanas de cuanta tímida raíz exasperada de cuanto nombre sin epitafio ni calle ni suburbio de cuanta preñez tiene mi baba enloquecida
así es como me acerco me prosterno me inflamo con tu estómago perfecto me inyecto la potencia de rearmarte cada vez más exacta más pronta a lo real más incompleta más turbia más sucia más terrena más epidérmica o raquítica más mía más lejana más virulenta más rara más igual a todas las mujeres más sine qua non para mis manos más opuesta a todo ayuno a toda áscesis a todo desesperar por un oasis más sal más dimensión más alimento

Pase nomás

El mundo tiene su refracción particular: aparece en cada cabeza un mundo distinto -sacado de este en el que todos habitamos- con sus propios colores para mirar el día, con su propio gajo de fruta favorita, con sus propias esquinas alegría y nostalgia, con su propio dilema hartazgo decisión o sueño. Lejos del solipsismo -lo más lejos que se pueda- no se me escapa que confluyen, de manera anárquica y precaria -pero también en formas maravillosas, con sabor a encuentro-, todos estos haces refractados en una luz.
En este blog, entonces, quiero volcar los nombres que me gusta darle a ese todo, mi propia refracción, mi propio café de la mañana, mis propias voces ajenas encarnadas. En mi caso tiene el olor de esa gran luz, de esa gran torre de Babel. Quiero nombrar la esperanza, los demonios, el nene por nacer, la transformación de la vida, las ciudades pobladas, los sinsentidos diarios, la revolución social, el amor que no es suave sino rocoso. Haré uso para eso de lo mío y de los otros –sobre todo de los poetas que le ponen música al divague, pero también de todo pensador, de todo artista, de todo eco anónimo o difuso que se preste a dejarse hablar.
Decía un poeta: …Sangre del desamor enamorada. Rostro del hermano. Admisión del sí mismo en el rechazo. Lentamente surge la compañía de los otros. Un camino. Nos volvemos viento. Todo el viento del mundo.