sábado, 5 de noviembre de 2011

Pase nomás

El mundo tiene su refracción particular: aparece en cada cabeza un mundo distinto -sacado de este en el que todos habitamos- con sus propios colores para mirar el día, con su propio gajo de fruta favorita, con sus propias esquinas alegría y nostalgia, con su propio dilema hartazgo decisión o sueño. Lejos del solipsismo -lo más lejos que se pueda- no se me escapa que confluyen, de manera anárquica y precaria -pero también en formas maravillosas, con sabor a encuentro-, todos estos haces refractados en una luz.
En este blog, entonces, quiero volcar los nombres que me gusta darle a ese todo, mi propia refracción, mi propio café de la mañana, mis propias voces ajenas encarnadas. En mi caso tiene el olor de esa gran luz, de esa gran torre de Babel. Quiero nombrar la esperanza, los demonios, el nene por nacer, la transformación de la vida, las ciudades pobladas, los sinsentidos diarios, la revolución social, el amor que no es suave sino rocoso. Haré uso para eso de lo mío y de los otros –sobre todo de los poetas que le ponen música al divague, pero también de todo pensador, de todo artista, de todo eco anónimo o difuso que se preste a dejarse hablar.
Decía un poeta: …Sangre del desamor enamorada. Rostro del hermano. Admisión del sí mismo en el rechazo. Lentamente surge la compañía de los otros. Un camino. Nos volvemos viento. Todo el viento del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario